TIERRA Y TECNOLOGÍA Nº 63 | DOI: https://dx.doi.org/10.21028/jcg.2024.03.07 | Autor: Juan Carlos Gutiérrez-Marco. Instituto de Geociencias (CSIC-UCM), Madrid.


El Antropoceno fue propuesto en la década de 1980 como una nueva época geológica caracterizada por la influencia probada de la humanidad sobre el medio ambiente, pero llevado a la extrema suposición de que los humanos ya hubiéramos sacado ‘al planeta’ de su variabilidad natural, lo cual permanecía sin contrastar con evidencias científicas indiscutibles, archivadas en los sedimentos. Este pretender convertir al Antropoceno en la «expresión geológica del cambio global» estaba bien formulado desde el punto de vista ideológico, pero para poder integrarse al cuerpo de estudio de las Geociencias, era necesario superar antes los filtros científicos rigurosos que se establecen para cualquier unidad candidata a incorporarse a la Tabla Cronoestratigráfica Internacional, algo así como una “tabla periódica de los elementos”, que en este caso afecta a unidades formales del registro y tiempo geológico.

Como para los elementos químicos que se citan como ejemplo, cada nueva propuesta atraviesa por una serie de protocolos sujetos a estrictos controles científicos en tres comisiones de expertos sucesivas: Subcomisión estratigráfica, Comisión Internacional de Estratigrafía y Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS). En el caso del Antropoceno, se formó un grupo específico de trabajo multidisciplinar que, tras 14 años de estudios se decantó, en julio de 2023, por elevar una propuesta concreta a la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, donde radicaba el primer peldaño para su eventual aprobación. Pero esta misma Subcomisión, presidida por el conocido antropocenista Jan Zalasiewicz, es la que ha desestimado en primera instancia la propuesta, y por una amplia mayoría: 12 votos en contra, 4 a favor y dos abstenciones, según las informaciones aparecidas en medios de prensa norteamericanos; desconociéndose el sentido de voto de los restantes tres miembros de dicha Subcomisión (votos nulos o no emitidos, si descontamos las categorías anteriores).

Por mi experiencia de ocho años como vicepresidente de una de estas subcomisiones, en las que aprobamos cinco nuevos pisos del sistema Ordovícico, de los datos conocidos se infiere la pulcritud del proceso, en el que hubo una convocatoria clara y se siguieron los plazos establecidos, pues de lo contrario la votación no habría llegado a producirse.

Ahora ya comienzan a escucharse posibles impugnaciones, alusiones a comités de ética y, en general, un ruido mediático imputable a los intereses de quien ha perdido (o contribuido a oscurecer) la votación. Incluso un medio muy importante de prensa española tituló la noticia diciendo que “la humanidad no sabe todavía la época geológica en la que vive”. Pues bien, con gusto podemos responderles: desde el punto de vista geológico vivimos en el Megalayense, que es el Piso/Edad más moderno dentro de la Serie/Época Holoceno, perteneciente al Sistema/Periodo Cuaternario, dentro del Eratema/Era Cenozoico, del Eonotema/Eón Fanerozoico. Y sí, en mi modesta opinión también vivimos en el Antropoceno, entendido éste como el metaconcepto que se viene utilizando ampliamente en humanidades y ciencias sociales, a cargo de artistas, ambientalistas, políticos, historiadores, geógrafos, filósofos, novelistas… y también en nuestro colectivo de geólogos, ya que muchos geocientíficos defendemos que el Antropoceno debe de ser considerado como un Evento Geológico de amplio rango, que comenzó con la aparición del hombre sobre la Tierra, y que se manifiesta como una afección diacrónica al medio físico en distintos continentes, ecosistemas y culturas.

Lo que se votó en la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, y se rechazó por amplia mayoría, fue la designación formal de dos unidades post-holocenas: por un lado, la nueva serie/época Antropoceno y, por otro, su único piso/edad integrante, el Crawfordiense. El estratotipo global de límite (GSSP), común a ambas divisiones, se proponía situarlo en un sondeo concreto obtenido a 17 cm de profundidad bajo el fondo del lago Crawford cercano a Toronto (Canadá), en sedimentos varvados y escasamente consolidados. El nivel elegido para el inicio del Antropoceno coincidía con la base de un nivel de arcilla negra datado en el año 1952 EC (Era Común = ‘después de Cristo’), donde su marcador primario se materializa por una señal isotópica de intensidad elevada, que combina las concentraciones de Plutonio 239 (recordemos: 24.100 años de vida media) y 240 (idem.: 6.563 años). Un criterio por otra parte difícil de detectar a escala global, fuera del hemisferio norte y en el breve intervalo temporal en que las explosiones y ensayos nucleares atmosféricos no se vieron restringidas, hasta su cese, por los acuerdos de desarme internacionales. Como complemento al GSSP, la propuesta sometida a votación ofrecía unos marcadores secundarios igualmente discutibles (por lo local, forzado, o circunstancial), pero en este caso derivados de otro sondeo contiguo en el mismo lago.

El rechazo al Antropoceno como unidad cronoestratigráfica y geocronológica formal coincide en el tiempo con la publicación de un artículo en abierto, en la revista Episodes, donde los miembros de dicho Grupo de Trabajo de la Subcomisión del Cuaternario trataban de responder a muchas de las dudas expresadas durante años por la comunidad geológica (en especial a cargo de geólogos ‘pre-cuaternaristas’), así como proseguir en la defensa de esta causa, con aspectos parcialmente ajenos a la ortodoxia científica, que ahora sabemos que no logró obtener el respaldo necesario para su oficialización. De todos modos y aún en el caso de que la candidatura del Antropoceno hubiera sido aprobada en esta primera instancia, el siguiente paso hubiera sido el estudio y votación a cargo de la Comisión Internacional de Estratigrafía, donde la decisión primera habría de ser validada por los votos de su ejecutiva (tres miembros) más las 17 subcomisiones restantes que la integran (aparte del Cuaternario, la de otros 14 periodos geológicos y las subcomisiones de Clasificación Estratigráfica y Tiempo Geológico). Es por ello que, para conseguir transitar al último paso de validación a cargo del Comité Ejecutivo de la IUGS (la tercera y definitiva votación), la Comisión Internacional de Estratigrafía debería haber aprobado el Antropoceno por una mayoría del 60% (12 votos de 20 posibles), lo cual se presentaba a priori como una tarea harto complicada.

Una vez dado a conocer el lento y trabajoso proceder para incorporar nuevas variantes a la Tabla Cronoestratigráfica Internacional, aprovecho la ocasión para anunciar que, en el pasado mes de enero, la IUGS aprobó un nuevo Estratotipo Global de Límite (GSSP) ubicado en España. Se trata del GSSP de la base del Piso/Edad Telychiense, perteneciente al Silúrico, situado en un lugar muy concreto del Geoparque de la Sierra Norte de Sevilla. Este GSSP reemplaza a otro ubicado en las Islas Británicas, del que se conoce hace tiempo su falta de idoneidad tras descubrirse que no estaba situado en una sucesión completa y continua, sino en una mèlange tectónica. Estos sí han sido tiempos de mucho trabajo, en competencia con China y Suecia, pero culminados con éxito. En próximos números de Geogaceta brindaremos detalles de este nuevo geositio mundial.

Y retornando al Antropoceno, hasta su nombre (que etimológicamente significa ‘hombre nuevo’) suena un poco raro para que lo hubiéramos adoptado sin más. No por temas de corporativismo, aunque se lo sacaran de la manga un biólogo y un químico atmosférico (año 2000), sino por el tufillo antropocéntrico, místico o religioso que destila en comparación con nombres precursores como Antropozoico (1854), época Antropozoica (1856), era Antropozoica (1873), Antropógeno (1922), Antroposfera (1966), Antropostroma (1984) y Antroceno (1992): demasiados Anthro(s)-, demasiada culpabilidad humana… mientras nada cambia y nos entretienen con palabras y definiciones. A los geólogos, no.

Veremos si ahora, por fin, la Real Academia Española se da por aludida y cambia su designación ‘formal’ (unilateral) del Antropoceno (2021), para lo cual tuvo que dar también por finiquitado el Holoceno. Parte de mis energías vitales se fueron en su momento en contactar y plantar cara a algunos miembros de esta nobilísima y benemérita institución: ahora espero que sean capaces de rectificar con la humildad que entonces les faltó.


Addenda a la noticia precedente:

            En relación al Antropoceno y con fecha 20 de marzo de 2024, el Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS) ha refrendado dos decisiones, tomadas por mayoría “abrumadora” en el seno de la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS-IUGS):

            1) Validar los resultados de la votación de la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, fechados el 4 de marzo, por la que se rechazaba mayoritariamente la candidatura de la serie/época Antropoceno, y el piso/edad Crawfordiense, como nuevas divisiones a ser integradas en la Tabla Cronoestratigráfica Internacional.

            2) Suprimir el Grupo de Trabajo del Antropoceno de la Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, agradeciendo a sus miembros el trabajo realizado.

            El comunicado de la IUGS termina diciendo: “A pesar de su rechazo como unidad formal de la escala del tiempo geológico, el Antropoceno seguirá siendo utilizado no sólo por los científicos de la Tierra y el medio ambiente, sino también por los científicos sociales, políticos y economistas, así como por el público en general. Continuará como descriptor valioso del impacto humano en el sistema Tierra”.

            Adicionalmente, gran parte de los miembros con voto que hemos integrado subcomisiones pasadas (en mi caso, la del Ordovícico) o de los que empezamos este año (ídem, del Silúrico), hemos recibido informaciones detalladas sobre las razones que han motivado ambas decisiones, a excepción de las puramente científicas, reservadas a los integrantes de la mencionada Subcomisión de Estratigrafía del Cuaternario.

            – En esencia, el Grupo de Trabajo del Antropoceno excedió notablemente sus años de actividad (y reiterada propaganda, esto es mío) hasta alcanzar su propuesta de candidatura: dos periodos de cuatro años es el tiempo habitual para los grupos de trabajo del resto de subcomisiones.

            – La candidatura actual se presentó primero ante la prensa internacional, en junio de 2023, sin haber sido validada, pero indicando de manera equívoca que contaba con el respaldo de la propia Subcomisión Internacional de Estratigrafía del Cuaternario, anunciándose como un hecho el año (1952) y el lugar del GSSP (Lago Crawford) para fijar el comienzo de la supuesta nueva época geológica.

            – Cuando por fin la propuesta del Grupo de Trabajo fue sometida a votación en la Subcomisión correspondiente, sus miembros con voto rechazaron mayoritariamente la propuesta (12 votos en contra, 4 a favor, 2 abstenciones, 1 voto no emitido y 2 no contabilizados). Los votos no contabilizados correspondieron al presidente de la Subcomisión y a uno de sus vicepresidentes, conocidos promotores del Antropoceno como nueva época geológica, que intentaron invalidar la votación emitiendo sendos votos nulos. Otro de los argumentos esgrimidos con el mismo fin es que varios votantes habían superado el límite estatutario para ser miembros de pleno derecho en una subcomisión de la ICS-IUGS (¡aunque ello incluía al vicepresidente denunciante, que además se había postulado a la reelección! ‒sin éxito-). Sin embargo, el control del marco estatutario es una competencia que la Comisión Internacional de Estratigrafía tiene delegada en la presidencia de las subcomisiones, y la del Cuaternario en particular habría actuado con negligencia o deslealtad en este caso ya que, de no haber perdido la votación, pretendía sacar adelante el Antropoceno siendo consciente de dicho incumplimiento.