Algunos políticos siguen abusando del nombre de Dios para justificar los riesgos naturales

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La candidata norteamericana a presidenta de los Estados Unidos Michele Bachmann ha afirmado que el huracán Irene y el terremoto que sacudió la costa este de los Estados Unidos la semana pasada, eran mensajes de Dios para advertir a los políticos que deben recortar el gasto público.

“No sé qué más tiene que hacer Dios para llamar la atención de los políticos”, dijo la Sra. Bachmann, “hemos tenido un terremoto y hemos tenido un huracán. Es Dios que ha dicho: ¿vais a escucharme ahora?’.

Estos comentarios parecen vincular la voluntad de Dios con aquellos que creen que los gobiernos se entrometen demasiado en la vida de las personas. Llegan poco después de las declaraciones del iluminado Glenn Beck, que también se ha referido recientemente a los huracanes y terremotos como mensajes divinos de advertencia al pueblo americano. En esencia, Beck dijo que estos fenómenos son un ensayo general para que la población se prepare ante futuras catástrofes.

Tanto Bachmann como Beck parecen estar manipulando la naturaleza de los riesgos naturales. Acentuan el temor de muchos americanos con una visión en la que las catástrofes se vincularían a un castigo divino. No es nueva esta forma de infundir miedo para conseguir fines políticos.

Como dice Manuel Castell la forma esencial del poder está en la capacidad de modelar la mente y lograr el consentimiento para instilar miedo y resignación respecto al orden existente. La tentación de los políticos de hacer uso del miedo es irresistible, aunque sea infringiendo el sagrado mandamiento de “no tomarás el nombre de Dios en vano”.