Texto: Pedro-José Rincón Calero – Doctor en Ciencias Geológicas

Recarga artificial de medios acuíferos e inundaciones

Estoy convencido de que la llegada del estío ha provocado milenariamente en el manchego nativo multitud de experiencias naturales más que útiles; también en su manera de vida rutinaria o, dicho de otro modo, en su contexto socio-económico del momento. En efecto, creo que el agua, el clima, y el suelo moldearon primero y sin duda, su temperamento; después serían las sucesivas faunas y floras (en realidad, consecuentes ancestrales con los primeros) y las relaciones entre las distintas sociedades que los han delimitado e influido en el tiempo. Bueno, pues como ya llega –ahora que escribo- el solsticio veraniego, como manchego autóctono experimento con gozo esto que forma parte de lo natural, llevándome una cosa a la otra: a la reflexión pretendidamente irónica -para variar- sobre asuntos geológicos.

Visito con asiduidad la página “web” de la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), además de otras relacionadas con la prensa provincial de Ciudad Real. De este modo, el pasado 16 de Junio observé una nota de prensa de la CHG que se resumía en: “Hoy se ha celebrado, tras el inicio del periodo de consulta pública oficial el pasado 25 de mayo, las primeras Jornadas Divulgativas del proyecto del Plan Hidrológico de la cuenca del Guadiana… A fin de divulgar el nuevo Plan a lo largo de toda la cuenca del Guadiana, se celebran Jornadas (divulgativas)… Durante un periodo de seis meses de consulta pública, los agentes interesados podrán consultar los documentos que componen el nuevo modelo de gestión hídrica, (propuesta del Plan Hidrológico e Informe de Sostenibilidad Ambiental)”. Ese mismo día, leo en la prensa provincial otro texto periodístico que aporta la documentación siguiente: “El secretario general de Asaja Ciudad Real, Florencio Rodríguez, aseguró ayer en un comunicado que «el Plan Hidrológico del Guadiana debe tener presupuesto y contemplar la compatibilidad entre los intereses medioambientales y el desarrollo de una agricultura competitiva, fundamental para la prosperidad socioeconómica de numerosas localidades». Para el dirigente agrario, «hoy por hoy no podemos tener regadíos de cuarta división si queremos afrontar el futuro del sector». Rodríguez incidió en que «no podemos tener explotaciones agrarias con dotaciones de 2.000 metros cúbicos por hectárea frente a los 6.000 y 8.000 de los que disponen en otras zonas, incluso dentro de la propia cuenca hidrográfica del Guadiana». «Así es muy difícil ser competitivo», remarcó”. Como dicen por aquí: “se ha abierto el melón y ahora toca arrimarse”.

Bueno, pues como verán voy a expresarme sobre temas actuales. Tras confirmar la existencia de esta proposición de Proyecto para el Plan Hidrológico del Guadiana he accedido a la página de la CHG y he comenzado a desgranar su propuesta última. En su preámbulo destaca como “La vigente Ley de Aguas incorpora la normativa de planificación que configura la Directiva Marco del Agua (Directiva 2000/60/CE), directiva europea por la que los países miembros de la Comunidad Europea están obligados a alcanzar en el año 2015 el buen estado ecológico de las masas de agua. Para ello hay que realizar una serie de tareas entre las cuales está la redacción de los planes hidrológicos de cuenca de cada demarcación hidrográfica”. Es decir, que para el año 2015 la situación hídrica española habrá de estar “saneada”, de tal modo que –empleando un Plan Hidrológico Nacional y varios Planes Hidrológicos de Cuencas- se logre “el buen estado y la adecuada protección del dominio público hidráulico y de las aguas, la satisfacción de las demandas de agua, y el equilibrio y armonización del desarrollo regional y sectorial, incrementando las disponibilidades del recurso, protegiendo su calidad, economizando su empleo y racionalizando sus usos en armonía con el medio ambiente y los demás recursos naturales”.

Aporta esta planificación aún debatible varios datos de interés, tales como que los usos principales del agua son: el uso urbano (~200 hm3/año; 9% del total), el uso en la agricultura (1.973 hm3/año; 89% del total), y la industria no conectada a la red de abastecimiento urbano (44 hm3/año; 2% del total). Es decir, que el gasto preferente del agua en la Cuenca del Guadiana se destina a la agricultura; noticia ésta repetitiva desde hace varias décadas. También es conocido que para la totalidad de la Cuenca del Guadiana el 22% del agua empleada procede de recursos hídricos subterráneos, afirmando nuevamente el Plan ahora que tal valor se incrementa hasta el 80% en la subcuenca del Alto Guadiana. Lo que no dice el Plan es que el 78% restante (el 20% en el Alto Guadiana) procede de aguas superficiales que, en su origen, han sido reguladas –total o parcialmente- también subterráneamente. Este hecho es, a mi juicio, de una importancia formidable.

Continúo leyendo y observo que el Plan mantiene el concepto de “masa de agua” en la Cuenca del Guadiana, asignándole el papel de “las unidades que se utilizan para valorar e informar del cumplimiento de los objetivos ambientales de la DMA (Directiva Marco del Agua)”. En otro punto aclaran que “el propósito de su identificación, delimitación y tipificación es conseguir una correcta descripción de su estado”. Distinguen, además, entre masas de agua superficiales (lago, embalse, corriente, río o canal, parte de una corriente, unas aguas de transición o un tramo de aguas costeras), y masas de aguas subterráneas (volumen claramente diferenciado de aguas subterráneas dentro de un acuífero o acuíferos). Hasta 333 masas de agua define la propuesta en la Cuenca del Guadiana, de las cuales 20 serían masas subterráneas que ocuparían (supongo que su proyección en la superficial…) un área de 22.484 km2 (~33,2% del total teórico de 67.733 km2).

¿Por qué les comento estos valores?, simplemente para que puedan evaluar magnitudes de actuación. Así, en el 66,8% del resto de la superficie (sí, en un área “despreciable” de 45.249 km2…) no se considera la existencia, presencia, o actividad de las “masas de aguas subterráneas”, al tiempo que el 94% del total de masas de agua (las 313 masas de agua restantes: las superficiales…) se refieren a ríos, embalses, lagos, etc. que se abastecen –misteriosamente, según esta puesta en escena legal- tan sólo de caprichosa pluviometría no regulada en los medios subterráneos… Huelga decir, además, que la dotación económica para lograr aquella cita literal del Plan anteriormente contada de “el propósito de su identificación, delimitación y tipificación es conseguir una correcta descripción de su estado” será, en el mejor de los escenarios científicos geológicos posibles, proporcional a la representatividad numérica de un tipo u otro de masas de agua. Es decir, que por simple intuición, la mayor parte de los esfuerzos realizables hasta el año 2015 por la Administración quedarán enfatizados a favor de las 313 masas de aguas superficiales (el 94% del total de masas de agua), en detrimento de las 20 masas de agua subterráneas.

A toda esta situación hay que añadir la ya avanzada delimitación general de las masas de agua (realmente el Plan se ha “trabajado” mucho una organización administrativa o delimitación del medio físico en sistemas y subzonas múltiples…), y esto a pesar de que muchos de sus límites son -lo afirmo- erróneos. Claro, definir una masa de agua superficial debiera ser relativamente sencillo incluso para el no versado en tal asunto: un embalse de agua se extiende hasta donde ésta ocupa cuando su capacidad de almacenamiento es máxima; un río se extiende hasta donde lo hace su cauce (¿o quizás no?, alguien ya comenzaría a dudar sobre esto…); las Tablas de Daimiel se expanden literariamente pues… hasta donde la Administración tenga a bien –según criterios diversos- estimar; etc. Sin embargo, ¿cómo se define lo que ocupa espacialmente una masa de agua subterránea? Alguno habrá que suponga que existe un “aparatico con tecnología china, japonesa, alemana, o americana” que desde un satélite hace ya esto (pido disculpas por el chiste). No, esto sólo se hace observando lo natural (por encima de todo), investigando, contrastando con los datos existentes (¡¡escasísimos!!), midiendo, usando la tecnología actual, y razonando en consecuencia. Así pues, a la vista de este Plan de Cuenca, anticipo que las masas de agua superficiales quizás estarán fantásticas para el 31 de Diciembre del año 2015 siempre y cuando existan ETAP, EDAR, y cloro suficientes para depurarlas en su punto ecológicamente justo; ahora bien, en origen (en el origen s.s. de la regulación del agua) ni se habrá comenzado a conocer lo que sucede ahí abajo. Vamos con unos números.

Lo sorprendente del asunto es que para este Plan de Cuenca del Guadiana se destina una inversión total prevista de ~6.475 millones de euros: inversión media anual (periodo 2010-2027) de 360 millones de euros o de 239 €/hab/año (teniendo en cuenta una población actual de 1,51 millones de habitantes). Sí, la cifra no es un error. Quede claro que ahora no discuto si esta cantidad es contablemente correcta o incorrecta, sólo la menciono una vez he argumentado con brevedad los desatinos anteriores.

De cualquier modo, el Plan está aún en esa fase divulgativa donde -en teoría- éste se puede comentar y discutir. Sirvan pues los párrafos anteriores para mostrar mi preocupación porque, otra vez, el Plan de Cuenca (al igual que el nacional) adolece de una falta total de realismo natural pues, simplemente, se pretende obviar la fuente y el origen de lo preferente en este asunto: el agua subterránea. De nuevo, y ante un escenario geológicamente muy complejo donde lo superficial y lo subterráneo es una misma cosa (siendo lo superficial lo primero), priman las observaciones ingenieriles deslocalizadas, las ecologistas multicolores, o las demagógicas políticas frente a la aplastante verdad del asunto: para dos terceras partes de la superficie de la cuenca se omite su realidad hidrogeológica, mientras que para el tercio restante se asumen -sin comprenderlos- principios o axiomas bibliográficos pasados (algunos de excelente valor profesional). Apenas habrá nada en todo este asunto, a mi juicio, del obligado desarrollo sostenible.

Dicho esto, deseo expresar algunas ideas sobre sostenibilidad y agua en el Alto Guadiana, de manera que modestamente puedan considerarse como aportaciones, o alegaciones, o comentarios sencillos al asunto del Plan de Cuenca. Avanzo que no son nuevas ni propias pues proceden del sentido común de aquellos manchegos autóctonos con los que comenzaba este artículo: sí, a algunos de ellos se las he escuchado. La primera se refiere a la recarga artificial de los acuíferos (por cierto, lo de masa de agua subterránea es una invención –quizás europea- que difumina una definición muy precisa que es la que implican los conceptos de “acuífero” y de “medio acuífero”).

Han sido estos dos últimos años hidrológicos excepcionales los que han hecho que el observador de lo natural se cuestione lo siguiente: ¡Vale!, si el río del pueblo tiene un caudal de agua suficiente ¿por qué no se aprovechan las norias que hay en sus márgenes o riberas para recargar los acuíferos? Hace un tiempo leía en la prensa provincial que una autoridad política –regional o provincial, discúlpenme pero evité recordarlo- máxima en el asunto del agua se oponía frontalmente a la activación de los pozos de recarga ya existentes en el cauce del río Guadiana, en el tramo que discurre desde el embalse de Peñarroya hasta la localidad de Argamasilla de Alba con una excusa que –haciendo, entonces, un acto de fe- intenté vincular con ese concepto tan deformado demagógicamente del “caudal ecológico en un río” y de abastecimiento superficial a las Tablas de Daimiel. Prefería este señor ver, plácidamente, como discurría y se evaporaba mayoritariamente el agua por el río antes que perderla en inyecciones artificiales al medio acuífero que, a la postre, serían caudales hídricos esquilmados -en potencia- por los siempre ávidos agricultores: ¡cómo se puede ser tan bruto y, además, vivir de serlo! Esta autoridad máxima del agua no entiende aún –tampoco la mayor parte de sus compañeros gestores- que la solución a las Tablas de Daimiel no ha de venir de “arriba” sino de “abajo”. Mi opinión, y lo cuento como alguien que desde hace casi veinte años intenta comprender como funcionan los medios acuíferos de las unidades hidrogeológicas de la Llanura Manchega y del Campo de Montiel (y sólo he logrado premisas de partida…), es que se han desperdiciado unos caudales ideales para haber colaborado a esa recarga de los medios. En este sentido, ¿quién o qué Organismo –con los datos que hay- se atreve a evaluar la recarga sucedida para estos dos años hidrológicos fantásticos con un margen de error tolerable? Yo mismo he hecho una estimación personal y créanme que –deontológicamente- ni me atrevo a hacerla pública. En fin, estímense –por parte de técnicos capaces- qué cantidad de norias serían susceptibles de ser empleadas para derivar caudales hídricos superficiales en el futuro de los ríos a las norias, y dótese a las mismas de una instalación sencillísima de grupo impulsor y de una tubería de varios decámetros (a lo sumo) de longitud de traslado del agua. ¡Qué BENEFICIO TAN ENORME sería éste para el medio acuífero manchego! Dejémonos de pamplinas ecologistas demagógicas sin fundamento o razón natural.

En segundo lugar planteo la necesidad de planificar, por fin, con criterio geológico el control de las avenidas o inundaciones asociadas a determinados cauces fluviales manchegos: PREVENCIÓN DE RIESGO NATURAL CONCRETO. La mayor parte de ellos disponen sus comienzos en el Campo de Montiel y es aquí donde radica la primera dificultad. La razón fundamental de dichas avenidas es de naturaleza geológica y NUNCA HA SIDO ASÍ CONSIDERADA por parte de la Administración. Es sencillo de comprender; la unidad fisiográfica del Campo de Montiel queda fantásticamente definida mediante unidades litológicas mayoritariamente impermeables; sólo la presencia de unas rocas carbonatadas denominadas en geología como dolomías (y de éstas, sólo las afectadas por procesos de carstificación: porosidad secundaria) y algunos subniveles detríticos de gravas y de arenas triásicas son susceptibles de regular el agua de lluvia con eficacia suficiente para aliviar posibles aluviones de precipitados. Claro, cuando estas lluvias son cuantiosas y/o continuadas estos niveles permeables almacenan y regulan temporalmente; sin embargo, el resto de la superficie donde no existen ni afloran –haciéndolo, por el contrario, materiales fundamentalmente arcillosos impermeables- se satura con presteza de agua y, por ende, facilita una escorrentía casi directa de la lluvia. Bien, hasta la fecha, no conozco ningún estudio de la CHG que evalúe los condicionantes litológicos, hidrográficos, tectónicos, o estratigráficos que permita estimaciones simplistas de tales circunstancias: ¡y eso que ésta es la razón primigenia de las inundaciones en los cauces del río Jabalón (y afluentes), del río Azuer (y afluentes), y de otras zonas de arroyadas fluviales menos conocidas probablemente por el lector!

Pero volvamos al Plan de Cuenca del Guadiana, en su Apartado nº 9.2.5, titulado como “Fenómenos meteorológicos extremos” se expone un resumen de la “inversión en medidas de minimización de los impactos de fenómenos meteorológicos”. ¿Saben a cuánto asciende tal partida? A unos nada despreciables 394 millones de euros (6% del total). Permítanme otra pregunta: ¿creen que estos 394 “milloncejos” van a considerar estas razones geológicas de partida ahora cuando no lo ha hecho la Administración hasta la fecha? Pienso, lamentablemente, que no. Y lo que es también de “traca”, como siempre vinculan total o parcialmente el origen de estas inundaciones con el “cambio climático” y con las siempre malvadas e inesperadas “sequías”. Quede claro que estimo que hay pruebas más que suficientes que evidencian que el hombre está modificando gravísimamente la climatología global, pero es éste –el cambio climático- un recurso demasiado socorrido para los políticos y los ecologistas: fácilmente asumible, además, por el público general. ¿Acaso piensa la Administración y los ecologistas de “cursos intensivos” (sí, esos que no abren la boca para criticar cuando se escuchan semejantes barbaridades que nos cuestan semejantes barbaridades de euros) que las llanuras de inundación de los ríos –la zona que se inunda durante una crecida de estos- se han formado desde que existe ese difuso –por desgracia- concepto del “cambio climático”? De nuevo, ¡cómo se puede ser tan burro! En fin, que como ya conté en una crónica de desahogo anterior, en mi pueblo algún gestor tuvo a bien hace unos meses escuchar comentarios tan sencillos y simples como los que hace un momento he escrito, atreviéndose con un descaro inusual a incluir en su programa electoral una propuesta de acondicionamiento del cauce del río Azuer basada en argumentos naturales: y sí, la geología es algo bastante natural. Hágase de este modo y ya comprobarán como los medios acuíferos lo agradecen, la sociedad ocasionalmente con el “agua al cuello” también, y las arcas públicas ni les cuento.

Finalmente, en su apartado nº 9.2.7. “Conocimiento y gobernanza” el Plan “riza el rizo” y asigna una inversión en “medidas de conocimiento y gobernanza“ que alcanza 172 millones de euros. Realmente sustanciosa también (3% sobre el total), es cierto, pero ¿cuánto piensan que se destina a investigar -quizás “apenas de pasada”- el (cito literal) “ámbito territorial del Alto Guadiana”? Una inesperada cifra de 1,4 millones de euros (de aquí al 2015 o más…). En este mismo apartado compruebo que, por ejemplo, los (literal) “estudios para aprovechamiento hidroeléctrico en infraestructuras del Estado” disfrutan de un botín de 2,6 millones de euros, y la “teledetección” de 4,4 millones de euros…

El planteamiento de este necesario proyecto, en mi opinión, es erróneo desde el principio pues evalúa, planifica, y presupuesta sobre la base de datos no naturales, irreales, procedentes quizás, como conté, de trabajos GEOLÓGICOS notabilísimos fechados hace treinta, cuarenta, o cincuenta años malversados por razones ingenieriles y ecologistas. Los balances de recarga-descarga son absurdos simplemente porque olvidan lo que sucede en el ¡¡¡66,8% de la superficie de la cuenca!!! e infravaloran lo que sucede en el 33,2% restante. No les recordaré la cifra de este presupuesto, de esta utopía demagógica, sólo –como persona implicada profesionalmente en la geología y la hidrogeología de Castilla-La Mancha y como “agente interesado” en el asunto- me permito animar, pues, a la Administración a que recapacite y considere la posibilidad de una atención real de los argumentos geológicos en este Plan de Cuenca del Guadiana.

Se nos ha olvidado durante estos dos últimos años y también, quizás, durante el próximo hidrológico, pero el agua, sin duda, volverá a ser ese problema endémico de La Mancha y de sus manchegos autóctonos, resuelto secularmente por estos con la observación de lo natural, por ejemplo, durante un día de solsticio de verano y la aplicación del sentido común a sus actos. Antes de buscar y de aplicar directivas de Europa comenten y reflexionen las autoridades con nuestros hombres y mujeres: ya verán como se sorprenden…