El río Guadiana es uno de los ocho grandes ríos de la península ibérica. Tiene una longitud de 852 km, incluida la parte portuguesa, resultando por su longitud el cuarto río en importancia de España, tras el Tajo, Ebro y Duero. Recorre, en su parte española, territorios de Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, hasta su desembocadura en Ayamonte (Huelva), haciendo frontera con Portugal.

Bloque esquemático del río Guadiana desde su nacimiento, en Los Ojos, hasta su confluencia con el río Gigüela, en una situación de régimen hidrológico natural.

El nacimiento del río Guadiana ha dado lugar a notables controversias a lo largo de la historia. Su supuesta capacidad para “aparecer y desaparecer” siguiendo un trazado subterráneo que vuelve a surgir en Los Ojos del Guadiana, en el término municipal de Villarrubia de Los Ojos (Ciudad Real), ha despertado la curiosidad de la ciencia desde la antigüedad.

Esta singularidad ha dado lugar a dos hipótesis en relación con su origen: la primera, la que considera un solo río que nace en las lagunas de Ruidera, se infiltra en la Llanura Manchega y vuelve a aparecer en Los Ojos del Guadiana, después de recorrer parte de su trazado de manera subterránea; y la segunda, la que establece que son dos ríos diferentes que discurren por una zona con una intensa relación entre las aguas superficiales y las subterráneas.

Ojo del Guadiana en la zona topográficamente más alta, aparecido en la primavera de 2013.

En realidad se puede establecer un origen diferente para cada uno de los dos tramos fluviales mencionados. Por un lado, estaría el tramo de río que nace en Campo de Montiel, denominado Guadiana Alto, o río Pinilla en su primera parte del recorrido, que desemboca en la más alta de las lagunas de Ruidera, la laguna Blanca, formando  posteriormente al resto de lagunas, y continuando su recorrido infiltrándose por la llanura Manchega.

Por otro lado, en el paraje denominado Los Ojos del Guadiana se produce el rebosamiento, la salida de agua subterránea, del Sistema Acuífero 23 en las zonas más deprimidas, donde la topografía corta al nivel freático. Dando lugar a una serie de manantiales que van incrementando el caudal del río, y que constituyen el nacimiento del río Guadiana.

De manera que Los Ojos del Guadiana se pueden definir como un conjunto de manantiales  que, en régimen natural, antes del intenso aprovechamiento de los recursos hídricos subterráneos del Sistema Acuífero 23 desde los años setenta del pasado siglo, salpicaban el área del nacimiento del río constituyendo pequeñas depresiones topográficas en las que surgía el agua subterránea; la unión de los regatos que nacían en cada “ojo” daba lugar a escorrentía superficial, formando el tramo más alto del cauce. Este discurría hacia su confluencia con el Gigüela y, en los aproximadamente 15 kilómetros que recorría hasta su encuentro, en las márgenes y en el propio cauce iban surgiendo “manaderos” que aportaban sus aguas al río, constituyendo un singular entramado de aguas superficiales y subterráneas.

En régimen natural, el caudal del río Guadiana en esta parte de su curso alto variaba en función del periodo climatológico. El valor medio anual desde su nacimiento hasta la estación de aforo de Zuacorta era de unos 66 hm3/año, para la serie temporal 1914/15-1940/41. El valor del caudal máximo registrado en dicha estación fue de 98,7 hm3/año, en el año hidrológico 1933/34. Esta situación, considerada como de “condiciones naturales”, comienza a modificarse a partir de la implantación del plan de desecación de humedales del año 1956, pero no es hasta finales de la década de los 70 del pasado siglo cuando los regadíos agrícolas intensivos generan un descenso piezométrico que modifica progresivamente la dinámica regional del flujo subterráneo, hasta que se produce la desecación total de Los Ojos del Guadiana a partir de la primavera del año 1983.

Zona de aporte de agua subterránea al cauce del río Guadiana, en las proximidades del molino de El Nuevo, en noviembre de 2015.

Los Ojos del Guadiana permanecieron secos durante casi 30 años, hasta enero de 2012, en que, como consecuencia del intenso periodo climatológico húmedo 2009-2013, se detectó la presencia de encharcamientos en la llanura de inundación del río. Posteriormente, desde la primavera de 2013, comienzó un periodo con escorrentía superficial, que es controlado mediante aforos directos realizados por el instituto Geológico y Minero de España en el molino de El Nuevo, a unos 7 km de la confluencia de los ríos Gigüela y Guadiana, alcanzando un caudal máximo de casi 1.500 l/s en abril de 2014, lo que suponía que en los primeros meses de dicho año llegó a circular, aproximadamente, un 20% del caudal medio en régimen natural.

Desde la mencionada fecha, el caudal del río Guadiana fue descendiendo, hasta quedar seco en los meses de agosto a octubre de 2016, para volver a producir una pequeña escorrentía superficial que se mantuvo hasta mayo de 2017. En el momento de escribir estas líneas, finales de junio de 2017, el caudal del río Guadiana en el molino de El Nuevo es nulo, aunque todavía se produce una ligera entrada de agua al Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel por el molino de Molemocho, aguas abajo de El Nuevo, que, lamentablemente, irá desapareciendo según avance el verano de 2017.

Ojo del Guadiana en la zona topográficamente más elevada del nacimiento del río, en abril de 2016.

Podríamos decir que el río Guadiana ha vuelto a cerrar sus ojos. En las márgenes de su cauce ya no se podrán observar los curiosos burbujeos que salían de la tierra y aportaban el agua subterránea al río, acrecentando su singular y austera belleza. Y es muy probable que, si no se produce pronto otra secuencia climatológica húmeda, Los Ojos del Guadiana permanezcan secos, cerrados, por otro largo periodo de tiempo. Solo cuando el nivel freático del acuífero se sitúe, en esa zona, por encima de la cota topográfica de 611 m s.n.m., los ojos podrán volver a reflejar en sus aguas el azul del cielo manchego.

No cabe más que esperar que la climatología, las medidas de planificación hidráulica y la concienciación de los usuarios de las aguas subterráneas vuelvan a hacer del río Guadiana, a su paso por La Mancha, el río que, como refería Cervantes, no haya barco ni barca capaz de cruzarlo.

Tierra y Tecnología nº 50 | Autor: Miguel Mejías Moreno, Jefe de Área de Hidrogeología Aplicada. Instituto Geológico y Minero de España