Poca gente hay en el mundo que sea entusiasta de verdad. Hay una serie de personas que podríamos llamar locas y locos, aquellos que son apasionados de lo suyo y que hasta arriesgan su vida por ello. Y no hay nada mejor en esta vida que dos entusiastas encontrándose la una con el otro. Es el caso de Katia y Maurice Krafft y su amor incondicional hacia los volcanes, que se ve maravillosamente representado en Fire Of Love, documental de archivo dirigido por Sara Dosa.
Katia y Maurice Krafft eran un matrimonio de vulcanólogos franceses, “de los que estudian volcanes en activo” en palabras de Maurice, que se amaban tanto entre sí como amaban los volcanes. Era un triángulo amoroso. Vivieron en primer plano muchas erupciones. Mientras los habitantes del pueblo cercano a una erupción huían todo lo lejos posible, ellos se metían en el cráter. No tenían hijos porque así lo decidieron, y firmaron un estilo de vida dedicado en cuerpo y alma a la vulcanología.
Este documental está hecho a partir de las cien horas de filmaciones de la pareja Krafft y también contiene algunas animaciones metafóricas que apoyan la narración. Es de una gran dificultad reunir todo ese material, visionarlo, manejarlo y darle el punto de vista que ya es inherente a la historia, pero que hay que construir. Ese punto de vista es una historia de amor, como podría ser cualquier otra. No es un rodaje al uso, es un material ya hecho, inédito en algunos casos, que tenemos la oportunidad de ver desde muy cerca. No hay muchos locos que se acerquen tanto a un monstruo volcánico como los Krafft. Y es que la película también es una declaración de amor a la tierra. El mundo normalmente, coloca la tierra como un concepto inerte, seguro. La expresión “tiene los pies en la tierra” es una forma que decir que alguien está asentado, asegurado, que trabaja con la lógica de la gravedad. Sin embargo, la tierra está viva. Este material nos transporta a la magia que exhala la tierra y a la bellísima profesión que tenemos los que la estudiamos y la comprendemos. El estudio de la Tierra, con mayúsculas, solo es apto para aquellos que son conscientes de que son diminutos al lado de la inmensidad del tiempo. Por muy pequeños que parezcan los Krafft al lado de los gigantes volcánicos, nos transmiten un concepto de gran importancia que no todo el mundo conoce: el riesgo. Y es que arriesgar la vida por el conocimiento ha dado resultados inimaginables en el avance científico. Sí, hay veces que poner el cuello en la guillotina es la única manera de ver el filo bien de cerca y entender cómo funciona su mecanismo. Quizá es una manera de romantizar la muerte de los Krafft a manos de un volcán, pero es que no podía ser de otra manera. Y si hay otro mundo, seguramente estén todavía revisando el material audiovisual del monte Unzen, la última erupción a la que asistieron con vida.
Es recomendable ver esta película en pantalla grande. Las magníficas imágenes tomadas de cerca permiten vivir situaciones reales que no producen el mismo efecto en una pantalla de televisión.
Lo mejor de Fire of Love es que hace una función divulgativa imprescindible lo cual era, además, el objetivo de este matrimonio. Encontrar respuestas al comportamiento de los volcanes con la intención de conocer mejor nuestro origen, la tierra que pisamos y, por supuesto, la previsión de una erupción o el peligro que conlleva procrastinar una evacuación. Este material didáctico es para todo el mundo, para profesionales e inexpertos, y está bien transmitido en la película.
Acercarse lo máximo posible a este conocimiento es el legado de la pareja francesa. No queda más que agradecérselo.
Nieves Sánchez Guitián
Vicepresidenta del ICOG