Hace unos meses me invitaron desde la revista Muy Interesante a escribir un artículo con título ¿Hay vida fuera de la Tierra? Y si la hay, ¿podría ser inteligente? para un número especial de la Edición Coleccionista, coordinado por Eugenio Manuel Fernández Aguilar. Creo importante mostrar, antes de continuar escribiendo y con objeto de expresar sucintamente mi opinión sobre este tema, cuál fue mi respuesta con la que arrancaba dicha contribución: «no lo sabemos aún y, por ello, seguimos investigando«. El carácter polémico y, en muchas ocasiones, seudocientífico que acompaña a esta temática y a sus posibles y hasta el momento desconocidas causas, ya fue abordado en este mismo foro.

Las hipótesis científicas sobre la posible existencia de vida extraterrestre han sido planteadas, desde hace decenios, por investigadores de diferentes disciplinas y reconocido prestigio, tales como Herman Richter, Svante A. Arrhenius, Fred Hoyle o Chandra Wickramasinghe (estos en concreto, refiriéndose a la vida microbiana y la panspermia –aún sin ninguna evidencia). Actualmente, son las Ciencias Planetarias y la Astrobiología (desde su arranque conceptual hace ya casi 90 años)—las que contienen las herramientas científicas y de ingenierías para abordar, de manera pionera e interdisciplinar, la investigación planteada en las preguntas formuladas al principio de este artículo sobre vida extraterrestre (entendiendo esta desde vida microbiana a inteligente). Algunos estudios desarrollados en el espacio sobre Litopanspermia en los que he tenido la oportunidad de participar y los análisis que se vienen desarrollando en los rovers, por ejemplo, el rover Perseverance (NASA/Mars2020), ejemplifican muy bien esta caracterización remota para la identificación de posibles biomarcadores.

Es decir, cuando se habla de manera genérica de vida extraterrestre, esto incluye desde la detección y caracterización de posibles microorganismos o sus biofirmas, mediante complejos espectrómetros o técnicas biogeoquímicas, atrapados en las rocas (o atmósferas) de otros planetas, lunas o cualquier otro objeto extraterrestre, a los sofisticados sistemas de detección de posible vida inteligente en el sentido que se plantea en los proyectos SETI (acrónimo de Search for ExtraTerrestrial Intelligence). En estos últimos proyectos, más ligados a los tecnomarcadores, al igual que en los relacionados con la existencia de posibles microorganismos extraterrestres, también han estado involucrados distinguidos científicos: Nikola Tesla, Guglielmo Marconi, Lord Kelvin, David Peck Todd, Philip Morrison, Giuseppe Cocconi (Cocconi & Morrison, 1959), Frank Drake, Stephen Hawking, Iosif Shklovsky, Carl Sagan, Paul Horowitz, Seth Shostak y muchos otros.

Los UPA (acrónimo de Unidentified Aerial Phenomena o FANI, en español: Fenómenos Aéreos No Identificados) constituyen la evolución terminológica del acrónimo UFO (OVNI: Objeto Volador No Identificado, en español). Su definición es actualmente ambigua y se refiere a «cualquier fenómeno aéreo observado que no puede ser identificado o explicado de manera inmediata, cuyo origen y aparentemente extraño comportamiento son desconocidos«. En mi opinión, el término «aéreo» es parcial y limitado, pues fenómenos que siguen patrones aparentemente similares carentes de explicación se han observado también en y desde el espacio y no solo en nuestra atmósfera.

Al igual que se hace sobre cualquier tema para saber qué estudios se han hecho y cuál es su situación y estado actual, lo primero es revisar si existen publicaciones en las bases de datos científicas, con objeto de disponer de información rigurosa acerca de lo realizado hasta el momento. Si exploramos las bases de datos científicas, como la Web of Science (WoS), resulta sorprendente comprobar que estas iniciativas relativas a la tan debatida materia que nos ocupa, vienen desarrollándose y siendo recogidas en dicha base de datos en forma de artículos de diversa índole, al menos desde 1971, con una primera contribución publicada por Hynek (1971) en Physics Today. Desde esta primera contribución recogida en la WoS hasta el momento actual (Julio/2022) existen, que yo haya localizado, otros 247 registros de publicaciones sobre este controvertido tema. Obviamente, la mayor parte de los casos son simples artefactos humanos, meteoros, fenómenos atmosféricos, observaciones subjetivas sin fundamento, etc. Los estudios sobre los más inusuales en cuanto a movimiento no son concluyentes y, de hecho, proporcionan una buena dosis de ambigüedad que no permite extraer conclusiones definitivas.

Es importante subrayar que –como se expondrá más adelante–, se ha producido una reciente revitalización de iniciativas institucionales y científicas sobre este tema. Sin embargo, existen artículos publicados en prestigiosas revistas del circuito habitual que abordan, desde hace decenios, la relevancia (o no) de su investigación desde distintas disciplinas y contextos, de la astronomía a la psicología y de la sociología a la religión o el flolclore (ver, por ejemplo, Wichman (1971)Salisbury (1975)Hildebrand (1976)Tate (1977)Randles & Warrington, (1983), Bullard (1989)Spanos et al. (1993)Blackmore (1994)Golka (1994)Nadis (1995)Mesenyashin (1995)Kestenbaum (1998)Apelle (1998)Shermer (2011)Geppert (2012)Eghigian (2015)Caron & Faridi (2016)Weitering (2018)Knuth et al. (2019), entre otros. De todos ellos, considero relevantes los títulos de dos artículos publicados en Nature y Science: Nadis (1995): Harvard ‘starts inquiry’ into UFO researcher y Kestembaum (1998): Panel says some UFO reports worth of study. Estas referencias demuestran, de manera inequívoca, la existencia de publicaciones sobre esta temática en revistas recogidas en las bases de datos científicas al igual que también confirman que los autores de las mismas no alcanzan a ir más allá del debate, sin existir aún una explicación satisfactoria.

Este terreno de nadie ha sido aprovechado por numerosos seudocientíficos y seguidores de las paraciencias y lo oculto, para generar confusión y alarmas en la sociedad y promover noticias falsas o sesgadas acerca del tema, pervirtiéndolo y estigmatizándolo de tal manera que el simple hecho de pretender investigar si existe algo de real o interesante en él, sea visto automáticamente como negativo y anticientífico. De esta forma, se ha mermado, de manera importante, la realización de estudios científicos rigurosos y –probablemente también sin quererlo–, ha alimentado el hecho de abordar estas temáticas fuera del contexto científico.

En paralelo al desarrollo de la astrobiología en toda su dimensión científica e institucional, de EEUU a Rusia, Iberoamérica, Europa, China, Japón o muchos otros países, de manera independiente, entre ellos España, el marco de todo esto parece estar cambiando; al menos esa es mi impresión. En este sentido, además de las referencias anteriormente expuestas, se han publicado otros documento importantes y aclaratorios, como el de 2008, elaborado por David Clarke, que está hospedado en la web de The National Archives, con revisiones en 2010, 2011, y 2013. Se trata de un documento que pretende ser, básicamente, explicativo, exponiendo sintéticamente la evolución y situación del tema hasta su fecha de publicación. Otro informe, en mi opinión también relevante, fue el publicado por Weinstein (2012) en el contexto de NARCAP. En general, sería absurdo pretender ser exhaustivos en la redacción del presente artículo y para quienes puedan estar interesados en esta temática, muchos otros documentos, fuera ya del contexto de la base de datos científica anteriormente consultada, han sido recogidos aquí.

La cuestión principal es que, de nuevo, el tema se encuentra revitalizado, gracias sobre todo a que el 4 de agosto de 2020, el secretario Adjunto de Defensa de EEUU, David L. Norquist, aprobó el establecimiento de la «Unidentified Aerial Phenomena (UAP) Task Force (UAPTF)«. A ello, le siguió el Informe de Evaluación Preliminar (Desclasificado) de la Oficina del director de Inteligencia Nacional de EEUU, publicado el 25 de julio de 2021. Como se indica en la síntesis descrita en el excelente artículo de Luis Pablo Beauregard «El informe lleva semanas alimentando especulaciones sobre si Washington finalmente reconoce la vida extraterrestre y el avistamiento de ovnis, objetos voladores no identificados. El lenguaje burocrático que marca el documento deja claro que los expertos siguen a la búsqueda de elementos que expliquen de forma lógica 144 informes originados por agencias…«. Es decir, sigue sin ser concluyente, aunque abre las expectativas a su investigación. El documento clasifica los fenómenos en cinco grandes categorías, siendo precisamente la quinta en la que encajarían los más inusuales e inexplicados: «Podríamos requerir conocimiento adicional para recolectar, analizar y caracterizar exitosamente algunos de estos fenómenos aéreos no identificados. Agrupamos dichos objetos en esta categoría a la espera de los avances científicos que nos permitan clasificarlos mejor«.

En continuación a ello, recientemente, la NASA anunció la creación de un equipo de investigación, liderado por el astrofísico David Spergel para analizar de manera independiente estos fenómenos y estableció incluso un apartado sobre el tema de los UAP en su propia web de ciencia. David Spergel es presidente de la Fundación Simons en Nueva York y previamente fue director del Departamento de Astrofísica de la Universidad de Princeton, Nueva Jersey.

El principal objetivo de la astrobiología radica en comprender el origen, distribución, evolución y futuro de la vida en el universo y, como ya indicábamos en este mismo foro, sus pilares científicos van siendo cada vez más sólidos e inter y transdisciplinares. Aunque una de las hipótesis que se barajan con algunos de los UAP se ha ligado con la posible existencia de vida extraterrestre inteligentetoda explicación que emitamos o cualquier cosa que pretendamos decir en el momento actual sobre los UAP es mera especulación científica. Dada la singularidad del tema, debemos mantener nuestro escepticismo al máximo nivel y lo único que podemos hacer es seguir investigando con la máxima rigurosidad, ahora con el respaldo de la NASA y otras instituciones. Es, sin duda, un desafío extraordinario y sin precedentes para la Astrobiología y para los investigadores que nos dedicamos a ella.


Publicado en 2022 en SciLogs de Investigación y Ciencia